No espero nada porque no hay nada que esperar.
Un día ella me advirtió del riesgo de sobrevolar altas cumbres.
Viviendo en la ausencia, de un beso, un abrazo. Muerte a las 19 h. Causa amor. Víctima desconocida.
Si me apuñalas ya no brotará sangre, solo soy una muerta que deambula por las calles como un fantasma; un espectro, apenas eso.
Dame una dosis fuerte, un chute que me adormezca.
Después de todo, un nuevo día... Ya te has ido.
Y me asestó el último golpe, el golpe mortal. Yo no le culpo. Soy yo que vivo desahuciada y sin fuerzas; le rogué susurrando que me empujara a la muerte de una vez. Tal vez en el fondo era lo que deseaba.