He perdido al único y gran amor de mi vida. Más que el suicidio, lo que deseo es estar muerto, poner fin a todo de una forma indolora. El gran problema del suicidio es la catástroife que dejas a los que amas, es difícil cargar con ello. Quiero poner fin al desastre y al desamor de mi vida, pero no quiero dañar a más gente.
No soy un hombre, soy una enfermedad. Por lo mismo debo extinguirme, buscar una forma de desaparecer y dar quietud al resto.
Lo ideal es irse del país, arrendar una pieza en una ciudad grande (Buenos Aires o Sao Paulo) vivir modestamente haciendo lo menos posible. La miseria vendrá por mi y parec erá un accidente.
El fracaso y la intrascendencia deben rodear al verdadero suicida, al auténtico buscador de la muerte repugna el narcisismo y la vanidad.
Debe parecer un accidente, ante todo. Que el acto suicida pase inadvertido es el verdadero desafío.