En una fiesta macabra y desgraciada, desde la comodidad de la conciencia, del control del espacio y del tiempo y vestido en su elegancia el torero juega a La Parca, a ser amo y dueño del otro que lo mira desafiante. Se divierte y divierte al mundo regalándole al toro trocitos de esperanza para que no desista. La esperanza de sobrevivir es el centro de todo. Es lo que amalgama la fiesta, la sangre, los coros, los aplausos y los inútiles intentos de evadir la muerte.

Quisiera que me hicieras una herida tan grande, tan honda, de la cual ya no pueda reponerme nunca más, que acaber por fin y por última vez con todas mis esperanzas, con mis fuerzas. En un acto de piedad quisiera que me dieras la última estocada.