Llevo un tiempo sintiéndome de una manera posiblemente extraña. Ya habÃa pasado por depresión, autoestima baja, autolesión. Ya sabÃa cómo era esto, sabÃa lo que pasarÃa si comenzaba de nuevo, que quizás no volverÃa a salir de ello y a lo mejor podrÃa llegar a suicidarme. Lo último está bien, cumplirÃa con la meta que tenÃa desde hacÃa más de cuatro años, pero habÃa un problema: mi familia y los que me rodean, los que de verdad me quieren. No, no podrÃa hacerles aquello de tal magnitud de romper con todos sus esquemas, su autoestima y quizás rasgos de su personalidad. Asà que decidà continuar a pesar de los sÃntomas: cambios de humor, deseos de matar y de morir, ira excesiva, negatividad, baja autoestima, pesadez insoportable, falta y demasiado apetito, desórdenes del sueño, clima corporal descontrolado, alucinaciones constantes, miedo; es todo lo que me rodea. Me siento prisionera de mi cuerpo, no soy yo, no me reconozco, y no sólo fÃsicamente. Estoy exhausta, agotada, agobiada, no quiero hacer nada, no, no soy capaz de hacerlo. Me falta concentración, no entiendo ahora ni lo más sencillo, me falta el aliento, tengo espacios en mi mente. No soy yo la que me controlo en reiteradas ocasiones. Es alguien más, no, no es la ira, ni las emociones precipitadas, es alguien que vive conmigo dentro de mi cuerpo, alguien inteligente y capaz de manipularme en todo momento, de cambiar mis actos y manejar mi cuerpo. Yo sólo puedo mirarlo de adentro, y del exterior, como si fuera otra persona. Cuando esto sucede, vienen a mà imágenes de mà misma, adentro de una cabina, golpeando el cristal, sin descanso. Gritando por ayuda pero no hay nadie que pueda rescatarme, no hay nada que me rodee, sólo un gran ventanal. Mi mirada se volvió frÃa, despiadada, inexpresiva, no es la mÃa. Siento miedo, me siento observada la mayor parte del tiempo, le temo a los espejos y a lo que refleje. Tengo una extraña sensación de estar perdiendo poco a poco mi cuerpo, me descontrolo, comienza con mis rodillas y se va posando sobre toda mi piel. Van fallando mis extremidades, mis órganos, mis neuronas, siento cada vez más la poca sangre que fluye dentro de mi cuerpo, en pasos lentos dejo de ser yo, de ser un humano, una persona. Quisiera que esto fuera parte de un tedioso cuento, pero es simplemente mi maldita realidad.