Bienvenida a la gran encruzijada. Mira, lo grandioso de la vida es que siempre se puede volver a empezar.. obvio, no se puede borrar el pasado, pero el futuro es una hoja en blanco. 

Te propongo esto: empezá a preocuparte mas por vos misma, se vos, olvidate del mundo y hace lo que quieras, no te reprimas nada, decí todo lo que sientas, saca todo lo que tengas adentro y no se lo escondas al mundo, hacé lo que uqerés, buscá realizar todas tus fantasias (hasta las que te resulten inmorales) y si es necesario dejá tu trabajo, tu pais, tu familia, psiquiatras, etc... si estas cosas te frenan para tu desarrollo absoluto en libertad, porqué habrias de tenerlas en consideración?
Cuando vivas así un tiempo vas a ver como la vida cambia de color.
Bien, vos ya llegaste al punto de aceptar la muerte.. es simple, si todo va mal, siempre tenes esa puerta abierta... pero no da tomar la salida de emergencia sin intentar apagar el incendio.
Saludos :)

al menos te escuche

Es difícil luchar cuanto tu mente es tu peor enemigo... es como no saber por quién estás peleando, ¿verdad? Pero es así. Es una cuestión química, en nuestro caso: déficits de neuroreceptores, hormonas, o lo que sea, ¿qué más da? El hecho es que eso se traduce en esa pequeña vocecilla que, aliada con la sensación de fatalidad, se dedica a traducirnos al oído nuestro malestar dándonos razones que nosotros nos creemos a pies juntillas. Porque, joder, es nuestra mente. Si la hacemos caso cuando nos dice "esa casa es verde" o "me gusta el helado", ¿por qué no vamos a hacerlo cuando nos dice "eres un inútil", "a nadie le importaría que no existieses" o "tira la toalla, no puedes evitar la tristeza"?

Es una putada, Lilith. Nos toca luchar con el enemigo en casa, y eso lo hace todo extremadamente difícil, hasta el punto de estar dispuestos a renunciar. Pero, por suerte, también hay cosas que juegan a nuestro favor. Nosotros SABEMOS que tenemos un problema. Algo patológico. La noción de que hay un factor más allá de nuestro propio pensamiento nos permite no cargar sobre nuestras espaldas todo el peso de nuestra infelicidad. No es necesario que nos pongamos hasta arriba de pastillas para hacer esto, todo lo contrario: nuestro mayor recurso es la lucidez. La capacidad para, cuando nos vemos superados, decir "¡un momento! Esto que me llena la cabeza, que me desespera, ¿cómo de real es? ¿Puedo confiar en ello?", y disponernos a analizarlo.

Yo empecé a hacerlo como último recurso, también en vista de que no podía seguir así. "Personifiqué" mi enfermedad, y decidí que era lo suficientemente inteligente y me conocía lo bastante como para ser capaz de discernir qué parte de mis problemas era mía, y cuál lo era de "Él". Poco a poco, cada uno nos cargamos con nuestra parte del peso: y descubrí que en realidad, el que me correspondía a mí no era tan aplastante como pensaba. Claro que tenía problemas, desde luego; pero nada que ver con lo que suponían cuando los interpretaba como un cúmulo de sensaciones y pensamientos desordenados en mi cabeza. Con las cosas en orden, sabía qué problemas eran reales, solucionables con acciones y decisiones en mi entorno; y cuales eran solucionables, pero correspondientes a mi vida interior. Los no solucionables, que tanto dolor me habían provocado (además de impedirme enfrentarme como dios manda a los otros) resultaron corresponder en gran parte a las transformaciones y vueltas de mi patología. ¿Y por qué darle vueltas a un problema que no te corresponde? "¡A la mierda, no vuelques esfuerzos en los espejismos de problema que proyecta tu enfermedad! Tienes problemas reales a los que enfrentarte, y necesitarás concentración para solucionarlos. Que su carga no se sume a la tuya y te distraiga."

Imagino que tú podrías hacer el mismo ejercicio de representación mental. No es una solución definitiva, ni mucho menos; y requiere mucha atención y serenidad para no hacer juicios equivocados. Debe primar la razón, la lógica; no nuestra visión subjetiva. Y al menos en mi caso, esto me da una tregua, me permite ver con más claridad y comprender qué parte de la luz que no encuentro la estoy tapando yo.

Y cuando te veas con fuerzas suficientes, haz caso al consejo de ASD. Dentro de ti hay mucho más que tristeza, muchísimo más. Sé que cuesta no centrarse en ella, pero tienes que esforzarte por ir más allá, por seguir descubriendo y buscando en ti las herramientas de tu psique que te pueden hacer alcanzar la felicidad. Sin ellas, da igual lo bien que se te presente la vida: no podrás disfrutarla. Tú eres lo esencial, lo imprescindible para ser feliz. Conócete, separa tu ser de tu enfermedad y cuando te sientas hundida recuérdate a ti misma que NO ERES LO QUE PIENSAS. Tus pensamientos están procesados antes de presentársete, adulterados por la enfermedad. Ordénalos, remóntate al origen antes de determinar que eso es lo que de verdad piensas. Y ve descubriéndote más allá de la superficie.

Ánimo, Lilith. Nunca estás sola.

Muchísimas gracias Murphy, Óscar, ASD...sigo por aquí, la lucha es mas llevadera cuando observas que somos muchos en esta interminable batalla...