Me levanto todos los días queriendo que ya sea la hora para volver a dormir. La vida es una mochila pesada que llevo conmigo hace ya unos años y que, lamentablemente, me cuesta desprenderme. Tengo 19 años, nunca sentí lo que es enamorarse. Tampoco sentí esa felicidad plena de lograr algo que me propuse. Ni mucho menos tengo esos amigos que la gente tienen incondicionalmente.
Como ven, mi vida es eso: nada. No tengo amores, ni amigos, ni propositos. Solo me tengo a mi, recordandome todos los días lo libre que seria si me tomo las pastillas para dormir que toma mamá frecuentemente. Y llega la noche, y tengo miedo, y solo necesito importarle a alguien.