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Anónimo 21/05/15, 17:43

Tengo 20 años y he crecido odiándome desde que tenía 12.
Una vez descubrí una manera de exteriorizar mi dolor psicológico y fue a través del dolor físico: comencé a rajarme los brazos.
Desde entonces es la única manera que tengo de sobrellevar mi vida; cada pelea con mi padre, cada vez que noto el vacío existencial que es mi vida.. solo consigo calmarme clavando la cuchilla en mi piel y dejando la sangre fluir.
Me llevaron al psicólogo (antes de esto yo quería estudiar psicología), no obstante, no sirvió de nada porque continuaba autolesionándome ante cualquier problema y por lo tanto mi interés en estudiar psicología se desvaneció.
Conforme iba creciendo más frecuentes eran los cortes y los vómitos que me autoprovocaba como consecuencia del odio y el asco que sentía hacia mí misma.
Otro problema fue el placer que empezó a causarme el hecho de cortarme: adoraba la sangre, verla emerger de la raja recién hecha y ver como luego chorreaba por mi piel. Después la chupaba y era como un éxtasis.
Con 15 años conocí al que sería mi novio. Estuvimos juntos casi 4 años y a pesar del interés que puso en que yo dejara de recurrir a esa salida de desahogo, no lo consiguió.
Tengo que decir que adelgacé 13 kilos y empezaba a estar más agusto con mi cuerpo, sin embargo, mi obsesión por adelgazar más y más tenía que llegar a su fin.
Cuando la relación acabó yo viví una época de libertad absoluta: era verano y cada vez que surgía me emborrachaba y/o fumaba marihuana.. hasta que volvió septiembre y esa etapa de libertad y felicidad ciega terminó. Volví a encontrarme conmigo misma, con mis temores y mis desdichas (a esto hay que añadirle que en ese verano recuperé peso y el asco hacia mi envoltura física incrementó esa repulsión hacia mi persona.)

Los cortes volvieron, al igual que aumentaron las discusiones con mi padre el cual me trataba fatal (a día de hoy continúa haciéndolo), hasta que llegó a un punto en el que cualquier diálogo con él terminaba en gritos, a sus nudillos sobre mi cabeza y su mirada de loco fija en mí. Me mandaba a callar constantemente y yo, por suerte o por desgracia, soy una persona que no se calla antes las injusticias y por lo tanto cuanto más a callar me mandaba, más alto hablaba yo. Esto era (y es) un ciclo que no acaba y que sé que no acabará jamás.
Vivir en mi casa es para mí una tortura y la única cosa que me tranquiliza es el frío que me hace sentir la cuchilla: NADA se compara a esa sensación.
Ahora, los únicos momentos en los que me siento viva son aquellos en los que acorto mi existencia: drogas, tabaco, tocar la muerte con los dedos..

Estoy haciendo unos estudios que no me gustan, que me amargan, que me hunden y siento que me faltan las fuerzas para seguir. Ya no espero nada del futuro.
Creo que he vivido lo que tenía que vivir: viajes, amor, sexo, amistad, drogas, fiestas.. Es más, mi interés por la gente no existe.
¿Para qué alargar más esta caída constante? ¿Por qué continuar con algo que atormenta mis días infnitamente?

Yo solo quiero oscuridad y dejar de respirar.. al fin.


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